jueves, 29 de septiembre de 2011

Sylvia Plath (1932-1963)





PAPI



Tú ya no, tú ya no

Me sirves, zapato negro

En el que viví treinta años

Como un pie, mísera y blancuzca,

Casi sin atreverme ni a chistar ni a mistar.


Papi, tenía que matarte pero

Moriste antes de que me diera tiempo.

Saco lleno de Dios, pesado como el mármol,

Estatua siniestra, espectral, con un dedo del pie gris,

Tan grande como una foca de Frisco,


Y una cabeza en el insólito Atlántico

Donde el verde vaina se derrama sobre el azul,

En medio de las aguas de la hermosa Nauset.

Yo solía rezar para recuperarte.

Ach, du.


En tu lengua alemana, en tu ciudad polaca

Aplastada por el rodillo

De guerras y más guerras.

Aunque el nombre de esa ciudad es de lo más corriente.


Un amigo mío, polaco,

Afirma que hay una o dos docenas.

Por eso yo jamás podía decir dónde habías

Plantado el pie, dónde estaban tus raíces.

Ni siquiera podía hablar contigo.

La lengua se me pegaba a la boca.


Se me pegaba a un cepo de alambre de púas.

Ich, ich, ich, ich,

Apenas podía hablar.

Te veía en cualquier alemán.

Y ese lenguaje tuyo, tan obsceno.


Una locomotora, una locomotora

Silbando, llevándome lejos, como a una judía.

Una judía camino de Dachau, Auschwitz, Belsen.

Empecé a hablar como una judía.

Incluso creo que podría ser judía.


Las nieves del Tirol, la cerveza rubia de Viena

No son tan puras ni tan auténticas.

Yo, con mi ascendencia gitana, con mi mal hado

Y mi baraja del Tarot, y mi baraja del Tarot,

Bien podría ser algo judía.


Siempre te tuve miedo: a ti, a ti

Con tu Luftwaffe, con tu pomposa germanía,

Con tu pulcro bigote y esa

Mirada aria, azul centelleante.

Hombre-pánzer, hombre-pánzer, Ah tú…


No eras Dios sino una esvástica

Tan negra que ningún cielo podía despejarla.

Toda mujer adora a un fascista,

La bota en la cara, el bruto

Bruto corazón de un bruto como tú.


Mira, papi, aquí estás delante del encerado,

En esta foto tuya que conservo,

Con un hoyuelo en el mentón en lugar de en el pie,

Mas sin dejar por eso de ser un demonio,

El hombre de negro que partió


De un bocado mi lindo y rojo corazón.

Yo tenía diez años cuando te enterraron.

A los veinte intenté suicidarme

Para volver, volver a ti.

Creía que hasta los huesos lo harían.


Pero me sacaron del saco

Y me amañaron con cola.

Y entonces supe lo que tenía que hacer.

Creé una copia tuya,

Un hombre de negro, tipo Meinkampf,


Amante del tormento y la tortura.

Y dije sí, sí quiero.

Pero, papi, esto se acabó. He desconectado

El teléfono negro de raíz, las voces

Ya no pueden reptar por él.


Si ya había matado a un hombre, ahora son dos:

El vampiro que afirmaba ser tú

Y que me chupó la sangre durante un año,

Siete años, en realidad, para que lo sepas.

Así que ya puedes volver a tumbarte, papi.


Hay una estaca clavada en tu grueso y negro

Corazón, pues la gente de la aldea jamás te quiso.

Por eso bailan ahora, y patean sobre ti.

Porque siempre supieron que eras tú, papi,

Papi, cabrón, al fin te rematé.


12 de octubre de 1962

Traducción de Xoán Abeleira


La poetisa Sylvia Plath, quien también cultivó la prosa y el ensayo, nació el 27 de octubre de 1932 en Boston. Desde muy pequeña, manifestó interés por el mundo de las letras: su primer poema lo publicó con sólo ocho años de edad y, a partir de allí, comenzó a explotar su talento literario a través de cuentos y versos que presentaba en diversas revistas estadounidenses y que le permitieron alcanzar un cierto éxito.

En 1955, la joven Sylvia, que ya para ese entonces padecía varios desórdenes mentales y tenía una conducta depresiva, se graduó con honores en el Smith College, no sin antes haber sido tratada en una institución psiquiátrica debido a un intento de suicidio.

Con sus desequilibrios emocionales aparentemente controlados y con sus estudios terminados, Plath fue beneficiada con una beca Fulbright, que le permitió profundizar sus conocimientos en la Universidad de Cambridge. Allí continuó con su obra literaria y participó del periódico universitario “Varsity”. En ese entorno estudiantil, la poetisa conoció al inglés Ted Hughes, con quien se casó el 16 de junio de 1956 y tuvo dos hijos, Frieda y Nicholas.

Ya separada a causa de una infidelidad de su marido, con dos niños a cargo, enferma y casi sin dinero, Sylvia Plath volvió a pensar en el suicidio. Y así fue como, el 11 de febrero de 1963, cuando tenía sólo treinta años y después de haberle preparado el desayuno a sus hijos, se quitó la vida asfixiándose con gas.

Dentro de su legado literario, se destacan obras como “El coloso”, “Ariel”, “Cruzando el agua”, “Árboles de invierno”, “La campana de cristal”, “Cartas a casa”, “Johnny Panic y la Biblia de sueños” y “The magic mirror” (su tesis para el Smith College), entre otras. En materia de galardones y reconocimientos, cabe destacar que, en 1982, a título póstumo, se le concedió a esta escritora el Premio Pulitzer por sus “Poemas completos”.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

La Otra Esquina de las Palabras (The Other Corner Where Words Gather) invites you to our literary circle for the month of October


An Evening with poet and art critic Ricardo Pau-Llosa at La Otra Esquina de las Palabras  (The Other Corner Where Words Gather)


A reading and discussion of the impact of visual arts on his work, among other themes explored in his new book in progress.



Café Demetrio
300 Alhambra Circle, Coral Gables
305-448-4949
Friday, October 14th at 7:30 pm

Ricardo Pau-Llosa [http://www.pau-llosa.com//] is a Cuban-American poet and art critic whose English-language poetry has appeared in six published collections—the last four from Carnegie Mellon University Press. Among his poetry titles are: Parable Hunter, The Mastery Impulse, Vereda Tropical, Cuba, and Bread of the Imagined. His work draws on many different ideas and themes—from the visual arts to Phenomenology, from theories on the workings of tropes to Cuban history, from everyday objects to episodes from ancient literature and the bible. His poems have appeared in many literary magazines—among them Agni, American Poetry Review, Ambit, Denver Quarterly, The Fiddlehead, Iowa Review, Kenyon Review, New England Review, Ploughshares, PN Review, Salmagundi, Southern Review, TriQuarterly, and Virginia Quarterly Review, and in over a dozen major anthologies. He also has an extensive bibliography in the field of modern and contemporary art, especially Latin American. Pau-Llosa has been the subject of major features in Art Districts, BCV Cultural (Venezuela), El Nuevo Herald, Herencia Cultural Cubana, Manoa, The NewsHour with Jim Lehrer (PBS), Saw Palm, The Writer’s Chronicle, among many other publication. Last fall, the Snite Museum of Art at the University of Notre Dame exhibited Parallel Currents: Highlights of the Ricardo Pau-Llosa Collection of Latin American Art, a major show with an accompanying book-length catalogue which explored how poetry, art, and philosophy have shaped the mind and life of this accomplished writer and thinker. On Friday, October 14th, Pau-Llosa will read poems that juxtapose events from the life of a secular man of our times with biblical scenes, fables inspired on the Seven Deadly Sins, sonnets based on paintings, among other works from his new book in progress.

Photo: Liam Crotty

martes, 27 de septiembre de 2011

La noche del Gran Godo se presenta en California


En el marco del Mes de la Herencia Hispana, la Biblioteca de Huntington Park, en California, invita a la presentación del libro de relatos La noche del Gran Godo (Neo Club Ediciones, Miami, 2011), del editor, escritor y periodista cubano Manuel Gayol Mecías.

Será el próximo 1 de octubre, a las tres de la tarde, en la Huntington Park Library (6518 Miles Ave. Huntington Park, CA 90255). Los interesados pueden llamar al teléfono 323 583 1461 para más información

Cortesía: Neo Club Press

sábado, 24 de septiembre de 2011

Fotos y palabras de presentación del libro "Los Martínez-Casado, una dinastía de artistas cubanos"


















PRESENTACIÓN DEL LIBRO LOS MARTÍNEZ-CASADO, UNA DINASTÍA DE ARTISTAS CUBANOS, DE MARTA RUILÓPEZ-MARTÍNEZ-CASADO

Por Juan Cueto-Roig


Un niño sobrevive a un naufragio en el que muere su madre, cuando regresaban a Cuba después de visitar familiares en España. Años más tarde, la hija de ese niño se salva milagrosamente después de varios días en coma, consecuencia de una caída al foso de un teatro. Cuatro años después, esa misma niña se recupera de una grave enfermedad, de forma también inexplicable; hechos milagrosos que parecen predestinados, con el fin de lograr un trascendental objetivo pues, con el tiempo, esa niña, Luisa Martínez Casado Muñoz, se convertirá en la mejor actriz de habla hispana del siglo XIX.

Así comienza una dinastía de distinguidas personalidades que, con su desempeño en diversas ramas del arte escénico, enaltecieron a nuestro país.

Hay casos similares en que varias generaciones heredan el talento y se destacan en la misma profesión que sus ancestros. Me vienen a la mente la familia Redgrave en Inglaterra y los Barrymore en Estados Unidos. Pero no conozco ningún caso tan prolífico y persistente a lo largo de los años como el de los Martínez Casado. Y si consideramos que la saga comienza en el siglo XIX, y todavía en el XXI continúa el despliegue de talento, no exagero si digo que ha persistido a lo largo de los siglos.

Otro rasgo peculiar de esta familia es la tendencia a relacionarse y a acrecentar, mediante enlaces matrimoniales, las dotes artísticas de su estirpe. Tal parece que rigiera su destino una directriz o protocolo, al estilo de las monarquías europeas, para urdir convenientes y fructíferas uniones. Casamientos que hacen honor al apellido Casado, clan que no sólo son casados, sino muy bien y selectivamente casados. Citaré tres ejemplos. Una matanza de reses, un suicidio, una viuda joven con varios hijos, son los azares para que ingresen en la familia los Adams, de origen británico. La novelista Caridad Bravo Adams es un insigne miembro de esa nueva rama familiar. Y en época más reciente, Martica, la autora de este libro, es hija de la famosa actriz cubana Marta Martínez Casado, otra Casado convenientemente casada con Ramón Ruilópez, principal ejecutivo y productor de publicidad de la compañía Crusellas. De esa unión entra a formar parte de la familia, Olga Ruílópez, hermana de Ramón y tía de Martica. Hace unos días, revisando la edición digital del Diario de la Marina, encontré el nombre de Olga Ruilópez citado con muchísima frecuencia, ya que durante las décadas del cuarenta y cincuenta Olga fue una prolífica autora de novelas para la radio y la televisión cubanas. Por eso, no debe asombrarnos que hasta la legendaria actriz española, Adela Escartín, quien dejó una honda huella en los escenarios de Cuba, se sumara a la dinastía Casado, del brazo de su esposo Carlos Piñeiro Martínez Casado, brillante intelectual, y uno de los productores y directores más notables de la televisión de nuestro país.

Martica Ruilópez Martínez Casado, decidió publicar un libro donde narra en forma muy amena la historia de su familia. Es la segunda edición, revisada y ampliada en el 2010, la que ella nos presenta esta noche.

Los Martínez-Casado. Una dinastía de artistas cubanos, además de ser un homenaje de amor, como la autora hace constar en el subtítulo, es a la vez un documento histórico, que recoge en sus páginas nombres muy importantes de la vida cultural y artística de nuestro país. Debemos felicitar a Martica por el arduo trabajo investigativo y de recopilación, y por haber publicado este libro.

Más tarde, la autora nos hablará de Luisa, de Margot, de Víctor, de Mario, de Celia, de Ana Margarita. Pero ahora cedo la palaba a la doctora Rosa Leonor Whitmarsh.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Este viernes, presentación del libro "Los Martínez-Casado, una dinastía de artistas cubanos"


La Otra Esquina de las Palabras invita a la presentación del libro

Los Martínez-Casado, una dinastía de artistas cubanos (homenaje de amor),

de Marta R. Martínez-Casado.

La presentación estará a cargo del escritor
Juan Cueto-Roig.


Café Demetrio
300 Alhambra Circle, Coral Gables
305-448-4949
Viernes 23 de septiembre, a las 7:30 pm


Marta Ruilópez Martínez-Casado de Sykes (Martica) nació un 2 de diciembre en La Habana, Cuba. Hija de la primerísima actriz Marta Martínez-Casado Adams y de Ramón Ruilópez miembro ejecutivo de la Crusellas y Calixto López y Cía. Cursó sus estudios primarios y secundarios en el Colegio St. George. Dotada también, como la mayoría de los miembros de su familia, de talento artístico para el teatro y la radio.

martes, 20 de septiembre de 2011

"ALBA: CENSURA Y AUTO CENSURA Y CONTROL DE LA INFORMACIÓ​N"


ALBA

CENSURA, AUTO CENSURA Y CONTROL DE LA INFORMACIÓN

Una conferencia sobre el control de los medios de información en los paises que integran la Alianza Bolivariana de las Américas


Conferencistas

Sergio Boffeli Nicaragua

Manuel Vazquez Portal Cuba

Patricia Poleo Venezuela

Emilio Palacio Ecuador


Presentación

Pedro Corzo


Moderador

Aléxis Ortíz


Fecha: 21 de Septiembre de 2011

6:00 PM

Lugar: Casa Bacardí de la Universidad de Miami

1531 Brescia Ave. Coral Gables

domingo, 18 de septiembre de 2011

FUNDACIÓN DEL CENTRO, DE ORLANDO ROSSARDI


FUNDACIÓN DEL CENTRO

A Juan Ramón Jiménez por la estrofa de su Espacio y el fragmento de su Tiempo.

Y en un principio…fueron creadas las ciudades.

´Leyenda inesperada: “dulce como la luz es el amor”, y esta Nueva York es igual que Moguer, es igual que Sevilla y que Madrid

JRJ, Espacio

Yo te he hecho y te he puesto a andar conmigo. Te he cantado luego, y luego a un tiempo se me han vuelto a ver los ojos de muy lejos los espacios que rutilan por tu humana geografía; un cuerpo, muchos cuerpos en un solo vientre, las hendijas que se meten con su fondo al fondo exacto del acaso, hasta el claro aquel donde se nutren con su voz las sombras y las cosas, y me he puesto, en ese luego, de este ahora, a cantar por aceras y resquicios tus portales a ojo suelto, las macetas que se cuelgan por sus flores, las mismas, repetidas, sembradas, salidas de ti misma; porque tú eres el canto, tú la perla misma que más brilla, el sueño que despunta en ti , tu tú más rutilante, la calma de toda la sed mía, el abrazo que se estira por el cuerpo de ellos, el ansia con que colmo las albricias y al que llego sin saber que no he salido de ti nunca en busca de otro cuerpo que no es otro que este cuerpo.

En ti me quedo como se quedan tercos y ceñidos los recuerdos,
siempre en pie de guerra recobrando por su viento las pisadas: ellas con pies y manos que resuelven con su andar y huir luego entradas y salidas. Los que fueron lejos a llevarte entre papeles viejos sus memorias siempre nuevas, por los libros y las rutas que acomodan el azoro y la sorpresa a las edades, ese ver volver de nuevo en los rincones, por fuentes y pasillos, por tejados y azoteas, por la huida de la tarde y el clamor de un día como otro día, por palabras como turbas que se cuelan fulminantes al oído y voces que dicen como sordas marejadas de ese allá de nuestra infancia. A mano el cariño que fue, que era, en nuestros dedos el sueño que en un soplo rescató la espera, en su en punto el latir, el crujir de un rito que en ti, ciudad, -- siempre la misma, entera-- se asoma y vuelve a repetirse, una y otra vez, cada hoy con su ayer acurrucado, calle abajo y calle arriba.

Y sin la espera tú por andurriales en que vive y se sofoca la esperanza, por callejas en que suenan cariños y los besos: porque brotan como tierra penetrante, fija, hoy La Habana, luego Madrid y Nueva York con sus vueltas y revueltas, las fontanas de Roma, las colinas de Praga, los dime y te diré de ese París que aun sueña con sus ojos acaramelados y el rostro de quien era; y mañana o más temprano las rosas de Múnich en las rosas de Sevilla, los parques de Estocolmo en aquellos de Santiago, el chileno, y el otro que se guarda entre montañas en su cuba de cobre, o también el otro San Yago al que se va y peregrina, sin más parque, sin más concha o sin bastón, solo con plazuelas en aquel salto de un pájaro como aquel otro de Londres que cantaba con la voz del otro de Ibiza o de Canarias. El mismo pío, el piar exacto que escuché en Milán o en la tumba de Poe, en Baltimore, a un pelín del salto que dio el cuervo que canta ronco por el árbol de su parque cerrado y negro, como el parque con los muertos de Père Lachaise o Montparnasse, de vivos muertos de tantas ciudades, Chopin, Wilde, Rossini, y los versos de Apollinaire y los cantos callejeros de Piaf, y los del cholo de César, allí ellos de muchas ciudades en el hueco abierto de París, o el serio de Colón en mi Habana, la elegante, o el de La Almudena, con cantares de la otra tierra mía y que guarda el “polvo eres” de mi buen Romera, o el de La Recoleta, en un Buenos Aires lejano echando flores al vacío, en que parece cantar de igual manera Carlos sus tangos, como en éste canta Rita sus boleros; cantando en coro y diciendo con Vallejo el dolor de lo que en el fondo del horno se nos quema; de éste y de aquel, un mismo jueves siempre el mismo jueves. Y son el mismo ser, la misma seña, lo igual que en las calles anida, en los huecos del Muro de las Lamentaciones que lloran los cuerpos de los unos y los otros, las quejas de un Estrecho, las congojas de Bagdad y de Estambul que no se queja, los halagos de Boston, lejos, al borde del agua que se extiende por las aguas que la encierran: la ciudad antigua y la de ahora rodeada como mi ciudad de columnas y de pasillos, de agua y viento; viento que se alza a retozar por Barcelona y Bogotá , con sus bes todas iguales, con Amalia, la Amalia y no la Ofelia de mi historia que de una saltó a otra y se cuela entre las ruinas de esa misma verdadera historia: lo dije en un poema “cuando vuelvas, si es que vuelves…” Un poema, todos los poemas volando sus estrofas por las esquinas de Marsella, los rincones de Nápoles que se estiran hasta tocar los bordes del volcán, el mismo volcán que toca las puertas de José, el callado y sobrio carpintero. El mismo Jesús de oficio y pompa, en mi Habana que es Jesús del Monte y por el Jesús del Corcovado o el de Galilea con él y el padre putativo y la madre igual que muchas las madres que repiten su nombre en el nombre de ella. Y ella, la encantadora de serpientes que luego la aplasta con el pie divino. La virgen negra de Regla, la aureola de San Agustín, fundador de centros, al lado de Hipona, con la cara tostada del obispo que la talla en ébano y la venera con su nombre en las reglas de su orden. La virgen al otro lado de la bahía, la enorme que acoge barcas y barcazas, que rodea la hermosa cara de mi ciudad. Y en Chipiona también aquella otra que se recuesta a la orilla arenosa de las aguas de El Puerto, el puerto, otro puerto, el mismo puerto. Es otra y es la misma, repetida. Es la misma que me enlaza y que me tira, la misma que me llama y llamo. El mismo canto, la misma estrofa culminando las calles que iguales, salen del mar siempre azul con cielo alto, y recto, y fijo al centro.

Porque sin querer te he hecho a mi imagen, la mía y la de ese Dios, con D rotunda y muy señora; la intensa de doler por dentro, la de vocear por dentro, ritos por igual que van y se acomodan a beber del mundo lo que el mundo les ofrece, en la ciudad hermosa con lo feo recostado, en la ciudad alta con lo bajo y con lo más menudo, la ciudad de casas llenas y cuadradas, las casas como suspiros a los que remite Juana, la uruguaya de sombreros enroscados y esa belleza de ella que encandila en aquel Montevideo echado al mar. Y el mar, el mismo mar que dije en su momento, haciendo los vestidos de ese mar de Viña , de ese de Valencia, de ese de Corfú o aquel de alas abiertas de Cádiz o Lisboa, las ciudades que se echan de esposo el agua que las mima. Porque -- sigo en el desfile—te he puesto en medio de mi vida para que devengas con ella en las formas de mi grande y fiera, y también dulce ciudad de mis infancias y mis mayores: romana, griega y también la etrusca, la de las islas y las montañas, las estepas y los desiertos, la que flota y la que marcha en los caminos, la que se acumula por los libros conque un día, bocabajo, me puse a recorrerlas, ciudades, las viejas y las nuevas, siempre la una igual que todas ellas, con mi pequeño dedo justo y fijo, a verlas crecer en la imaginación que el sueño colorea, a verlas vaciar en el espacio que lleva para llenarlo con patios y flores, y adoquines y fuentes, y plazas y más plazas como las calles y los ríos de gente que tienen las ciudades de mi mundo conocido; el mundo que frecuento y que me cuento a cuentagotas cuando me echo a echarme por los ojos el sol y las caricias de un día azul de oro, o azuloro o platiluna cuando de noche pone el cielo su mejor lucir, como lo hace un día o tarde cariciosa en cualquier lugar de cualquier lugar de esta tierra que penetro y me desborda. Sí, --he de repetirme--, te he hecho a piel de mi espejo, de mis espejos, en los que miro mi cara repetida, como se repiten las ciudades que transito y en las que leo un trozo lleno y hacia adentro, de Faulkner, o que recuerdo un decir de Dylan, y que antes puse en mis manos por los caminos rojiverdes de Vermont y de New Hampshire, de boca a Robert Frost que me daba a escoger entre una u otra vía, diciéndome al oido: “…two roads diverged in a wood, and I / I took the one less traveled by, / And that has made all the difference.”… y fue en ese entonces de Durham, como podría haber sido en un tiempo sin historia que entraron por mis ojos las calles una sola calle, como iguales y pacientes de mi pueblo que sube al pueblo mío y se le pega y se le encima, y se hace, él con ella dueña y dueño de su espacio. Y claro, de allí sale y salta al mármol griego que Aldington cantara “apiádate de mi tristeza, / oh, silencio de Paros”, y claro, se acumula toda ella de puro imaginismo, las velas de Pound, el chauffeur de librea de Amy Lowell, en un Londres erecto y ya cansado del grito del bufón de Marinetti. Y claro, despuntado en la ciudad de Tiro que es como si Nueva York saliera a tiro limpio de culata por la espalda de una plena fantasía: una imagen, la imagen que cuelga de otra imagen, entonces la imagen de Buenos Aires que es Atenas, que es Río, que es Washington más tarde, luego, con su pasión de ser centro y centro de los fondos más exactos, de los puentes, de aquellos que fijan las orillas, que están allí para el ir y el venir, para el dormir y en el desvelo, respirando fiel azul por los fragmentos en los parques de Viena, en los barrios de Caracas o en Moscú por las ventanas, brotando de su fondo en la comparsa, a la carrera, lo mismo en San Marino que en São Paulo: la ciudad, todas a una, saliendo entera de su centro.

I

Y el centro fue el momento entero y allí estuvo antes del fuego y antes del agua. Primero todo lo que es fue centro, de él salieron los conflictos, las brechas y resquicios, las causas de la prisa y el amor fiero a las raíces. Por allí se escurre ahora su figura, con los altos rascacielos, los bajos fondos, las fachadas con ventanas, los letreros de pase y de parada, las esferas verdes, rojas, amarillas que se meten por los ojos. El centro es total conmigo y mío en la espesura de su enjambre. Soy yo que me desando entre la gente que me cruza y voy y la devoro con los pasos míos. Por ella atravesé un día de septiembre, puse pies en polvorosa y armé la huida. Madrid se hacía a lo lejos, poco a poco, con sus rincones, sus plazas, sus recodos, los pasillos apagados, las llaves sonando en sus esquinas. Nueva York quedaba a la espera escondido en el diámetro de su espacio y lo estero que dormía entre parcelas de sueños no soñados todavía. Y la ciudad, una con sus rascacielos, otra con sus plazas, fundía en mí el amor mío a las cosas y los asuntos de ella. Se aventaban nombres de espacios y caminos que eran pasos que ya eran, José Antonio, General Pardiñas, Leganitos, Hilarión Eslava haciendo la historia suya en la historia mía, largos y estirados por los adoquines. La Manahatta de Florit un poco al frente, por los frentes del West Side Drive también, respirando las flores del Divino San John, de las márgenes del rodante Hudson flotando hacia sus aguas, las mismas que toca por los bordes "entremezclados el furor y el delirio" de aquellas islas. Urbes entre dos, cada una a su manera, con su mohín medroso y perla a un tiempo.

Y en la Isla, la dejada con los ojos de la cara, se regaban como fronda fondos del hombre y de la tierra y los nombres se montaban unos sobre los otros, y los gritos y las marchas se escuchaban por los nombres dichos y redichos, los nombres del pueblo en la ciudad hinchada, y de ella al pueblo hinchado en viaje eterno entre las aguas de una bahía con su vientre maternal puesto a la deriva, y detrás de los silencios los Nuevos que pasaban y saltaban las aceras, los Novísimos, los supernuevos que medraban al fondo de lo dicho y aún por decir, con palabras suyas, palabra de poeta al tiempo, que iban a punto en todos ellos, en la ciudad, por sus libros también nuevos haciendo sus calles en poemas, alzando torres, diciendo José Mario "los canales/ de la boca/ están abiertos directamente/ a la superficie de las cosas", y Reinaldo marchando por aquel "camino que regresa hacia todos los sitios", y Mercedes que se asomaba preguntando "¿quién cuidará del sitio perdido en el jardín cuando yo me vaya?", y Delfín --añadido entre una y otra copa, en su momento-- que se escondía tras sus gestos, y Belkis que aparecía en sus devociones como ausente de este mundo, e Isel --de un solo golpe con su nombre solo, solamente-- mordiendo el vacío de la noche a "la tierna luz de una lámpara nocturna"; y así ellos, 1, cruzando siempre las calles, sin esperar luz verde abrazados con los otros por los libros cruzando los pasillos, los sueños de entradas y salidas, dentro y allende los espacios, porque hubo encierros crueles que estrechaban esos sueños, que los iban exprimiendo hasta dejarlos amargos por la historia.

También allí, en la ciudad, estábamos los otros, con los unos, confundidos, mezclados todos y mezclado todo como el canto de Guillén, con la caja de sus sombras y el fondo de su güiro que se se olía vivo y respirando por los soportales y en los vertederos de las esquinas mucho antes de que René, luego, se pusiera a cascabeles, como sonando con su sonido ese metal con brisa trastornada, con viento que lo lanzaba de uno hacia otro lado y que el tiempo por su espacio lo lanzara a la otra orilla, allí, como Amando en su corriente, todos adelante con su oficio: una tibia vuelta a las
__________
1..
En La Habana, en 1962, se edita una antología, Novísima poesía cubana que reúne a varios poetas jóvenes de El Puente, capitaneados por el poeta José Mario Rodríguez (1940- 2002) , y a los que entre ellos se mencionan a Reinaldo García Ramos, Mercedes Cortázar, Delfín Prats, Isel Rivero y Belkis Cuza Malé. Más tarde se habla de los poetas René Ariza y Amando Fernández, que no forman parte de El Puente, pero sí tienen relación con el autor.

edades, un hurgar la infancia, en los cuadernos, un bucear las pocas alegrías de este mundo, por las luces y las tablas, un aparte de la herida, en que deambulan –serias—risas y sonrisas a la vuelta de la esquina. Porque era ella, allí, ese momento, cuando la ciudad se amontonaba, poco a poco, un día de septiembre, bueno y de sol fuerte. Fue en barco, también como era menester para una salida tan recordada desde aquel pasado que se hacía cada vez más oscuro pero con chispas de luz por aquí y por allá. Porque los recuerdos construyen sus paredes con parcelas de luz y aroma de sus aceras y calles adoquinadas, para que anden con su olor parados en el olfato de las cosas que pasan y se quedan, que ya han sido y aún son, para que anden fuertes, luego, en la memoria, sin tropezar por las esquinas ni caerse a pedazos en la sombra. De un claro abrillantado y como nítido, y espejeado, con lo construido en lo que traemos al punto del recuerdo en que hilamos, y se hila por su seda como araña trabajando lo suyo, lo que verdaderamente fue y queda por algún lugar de la memoria. El barco aquel, el alto negriblanco Covadonga que se metía por entre los lanchones que le seguían por la bahía dando golpes de espuma entre el oleaje que se iba haciendo en los despegues de agua que salían de su proa y se acercaban como cuchillo a la farola, despuntando, como queriendo hacerse ver entre los demás que por allí anclaban. Y pitaba el pito del buque y salía una cancioncilla como chirriona del fondo de los amplificadores que colgaban de los barandales de los pasillos exteriores “cuando salí de La Habana, válgame Dios...” y nos acercamos a la baranda que daba al Malecón para ver las caras que nos seguían con sus ojos aguados, y las casas de la ciudad que iban, poco a poco, quedándose atrás, apiñadas ahora en aquel cuadro resplandeciente a través de los años que lo cubren todo de fantasmas: y es la ciudad, y es su Plaza de Armas, y es su Castillo despuntando verdes y murallas que tocaban al fondo de su mar, y su morro metido a fuerte en su espiral espléndida y suntuosa, y su prado que sube haciendo carantoñas entre balcones y portales, con su echar de muy señora al mundo, hasta tocar las aguas anchas del puerto con su abrazo, donde iban, pase a pase, los chalanes las orillas de una a la otra orilla y que él recorría en una y otra dirección, con sus calles de putas cansadas, y un Caballero que vendía sus poemas por un pan y un café con leche. Y en la otra orilla la virgen líbica, con su hijo en brazos blanco como la perla aquella sentada en las reglas de sus enseñanzas. La que una vez vestida con sus siete faldas desfilaba terca, poderosa, en la bahía, la misma que cerraba la ciudad con su muralla exacta de agua ennegrecida.

Allí se hizo el centro de su historia. Un centro muchos centros, una tarde muchas tardes. La misma tarde otra vez de malva y rojo encendido, una primero y otra después, con los mismos destellos. Las tardes de Nueva York eran las tardes de La Habana y eran las mismas repetidas luego con las nubes de Durham y Concord al fondo y eran las de Arlington y Washington, calco con las de Tampa y antes y después Miami, la misma, el mismo con sus calles altas, sus espacios intramuros, sus ventanas –miles y miles de ellas—mirando las vueltas de Broadway, las entradas y salidas al “subway” de Madison Avenue, la iglesia abierta de la Quinta Avenida llamando al descanso y a la oración, dentro de sus paredes gruesas, protegiendo del frío de la calle que un joven recorre entregando libros un día a las manos casi y a los ojos encendidos casi de Langston Hughes, y los largos bostezos de Lionel Trilling; otro día componiendo revistas de MD, y de aquel Martí Ibañez que en la Guerra Civil de España había sido ministro de la sanidad pública; allí ese ajetreo a dos cuadras largas del Central Park, enfilando por la calle sesenta, haciendo uno a uno sueños coloridos y dejando que todo, como un mundo, se encaramase en los sentidos, que todo como un universo se filtrara por ojos y oídos, por las manos como haciendo una música especial que sale fina y pura luego, tarde con tarde, mañana con mañana, por cuerdas de letras como río que sonara en la caída, en su rodada del mar de la salida a ese otro de adelfas, flamboyanes y palmeras, con el agua que aprieta la ciudad de torres, de rascacielos, de letreros en fila, iluminados, por el fondo aquel de luz de atardeceres y círculos concéntricos como la tarde aquella del West Side.

Pero también pasa la ciudad a otra metida entre tejados y portales de madera, por los puentes de madera que se ponían al paisaje como un dibujo entre giros y sueños de árboles y ríos, y se iban haciendo con ellos los caminos, los centros que en Nueva Hampshire ponen un lado con otro lado dentro de una armazón de tablas que rechinan con techos y ventanas, con espacios para andar y rodar. El espacio en que Dover se aísla, se queda sola con su plaza y su molino y se aprieta es también distinto y otras son sus calles y callejones, sus casas blancas con peldaños blancos y ventanas de oro, con madera que cruje al pasar del tiempo en nuestras pisadas, en los muelles que empujan el centro al mar. Y el hombre aquel que trae su soledad de fondo como una isla en lontananza, un punto que se mete dentro y no sale sino en letras pequeñitas. El hombre desde adentro que apunta, como apunta el centro, hacia el mar que lo comienza y lo termina en la curva de su edad; el hombre que se ha puesto a ver desde el puente con océanos de cañas en los ojos, su palma, su gran tiento tropical. Y Dover y Durham, y Portsmouth, en su triángulo, la misma suerte de ciudad más concentrada, más metida en su centro que es y no es el centro de todas las ciudades del mundo, el mundo antes de ser completamente mundo, de ser ala y de ser sombra y luz a un tiempo.

Y luego ya nunca sería el norte más norte que en aquel traer las cosas pasadas a contar. Porque su espacio iba metido en mí como borrasca, yo que no soy más que ese espacio fundido en el ahora y en el luego, en el tiempo que fui y que sin duda seré cuando terminen las horas de hoy en día.

II

De pronto, con su andar muy lento, han caído los años. Como a ti el polvo de la edad me ha cubierto de cenizas, y la mirada del espejo se posa en mí y me mira con una insistencia inusitada, para conocerme detrás de los ojos a medio abrir, de la boca a medio decir, de la barba blanca a medio ordenar. Pero estás ahí para andar conmigo tus surcos, ciudad, lenta como yo, suave y fuerte a un tiempo, sabedora de las cosas más profundas, de las cosas más sutiles. Miro tu edad retratada en la mía y deambulo tus círculos, tus triángulos, tus descascaradas columnas como manos, tus paredes como pellejo sin color, tu piel ruinosa y la cáscara de tu pasado que me llevan a mí mismo; yo echado abajo tratando de flotar y a la deriva, tú igual a flote, en la corriente que te lleva por parcelas que fueron salones en que brillaron con su luz caricias, regodeos, sueños, los ángulos ocres de una sonrisa, los balbuceos de un cariño que se esconde entre cortinas, por rincones y esquinas, las miradas que escaparon por ventanas abiertas de par en par, mostrando sus blancas encías. ellas que siguen volando sobre un niño que cruza a saltos, cabalgando encima de números contados de antemano, en su calle, en línea recta al mundo, un mundo vivo y convivido, porque ella, la ciudad, vive y se conmueve. Ella me vive sin que yo haga nada, solo moverme por el espacio que dejan sus arenas, tendidas entre paredes y escalas que la dibujan, y estacas y portones que no se rinden al pase de hombres y mujeres, al rozar de las caras conocidas que luego se van, por ese mar de tus portones, ese que se respira entre las ruinas, las ruinas estas soñadas, las que nunca he recorrido más que en sueños, las que solo he penetrado en los retratos, en los cines, en boca de aquellos que se han ido --lo dije un día--, por el espacio que les han dejado en frente, ese maremágnum que se ha quedado siendo lo que es entre mis dedos, los de ellos, que siembran nombre y apellido entre una y otra orilla. Y tu duermevela se palpa entre el polvo y los escombros, se te huele tostada y negra en los peldaños que suben y se dejan caer por pasillos colgantes, por chimeneas que han quedado ellas solas a contar el cuento ruinoso de la piedra triste y dejada a no sentir ya nada en el hueco del muro, donde nadie vela sus lamentos ni deja recados, donde ninguna civilización se entró a porrazos con la otra, donde no llevan a extraños a llenar los fardos de historia antigua, donde no flotan pañuelos de encajes en la despedida ni enseres viejos o prendas que se exhiben en cajones familiares ni museos; en sus esquinas borrosas y germinales, en las noches todas las noches de las que surgen vías y caminos que llevan puntuales, como todos los caminos dicen que llevan, a Roma, con sus transeúntes enfilando a un Forum que no yace entre las ruinas, que exhibe templo nuevo por donde hacen sus rituales Delfos, Olimpia o Eleusis, que encaraman con otras donde pisan igual Mahoma que Confucio, unas brechas que suben de una sórdida calleja a los círculos de Mathura para rendir cariño a Krisna, o dejar colar a un joven e inmaduro Cristo que retoza, como el niño de La Habana, entre yerbas crecidas por tejas y tejados, por cañerías malolientas, por espacios que se abren en peregrinación constante a Shiran o a Compostela para alabar, entre los cuerpos ya podridos, las estrellas, los dioses que brillan igual que otras estrellas o dioses brillan en los espacios todos iguales, en lo alto, oscuro y misterioso, como un cielo.

Más tarde fue ella ella misma y se ponía de fiesta a ver las orillas, las mismas que quedaban a noventa zancadillas, con su largo cayerío y sus playas echando palmeras en dirección al norte. Ese norte con esa estrella que se hincha y reluce con tal brío como la estrella de la Isla, entre franjas que se estrellan de azules a esas orillas, las que hombres y mujeres y niños alcanzan entre el sol o entre las brumas, y aquellas aguas hondas en que se tragaron un día, en esta misma historia mía, los mismos hombres y las mismas mujeres salidos del infierno.

III

Y la ciudad hecha a la manera mía, su centro el centro de mis ojos, el ombligo de mi alma o mis almas con sus islas todas rodeadas de mar, un día fue el puerto más rico, otra fueron canarios que picoteaban por siete nidos, otro fue el piano de Chopin configurando el aire que entraba por terrazas abiertas, por casas que crecían en mis adentros, casas de palabras y más palabras, porque en fin todo es en mí la construcción del centro. Suben por los lados, con piedra y con asfalto, paredes y callejas, rutas y caminos y azoteas que llevan al espacio donde habita el cero, de ese círculo que soy y vuelvo a ser, donde brilla el barro y estalla como pólvora de Dios el vocablo espero, ese espero que soy y marcha hacia mi encuentro, al que irremediablemente voy y que también es otro que también me aguarda en el espejo, el otro que me dobla en vida o sobrevida y se construye, porque en él me veo, y me ven los otros en este lado de las cosas más profundas. Lo dijo en sus apuntes el jinete de Platero: "Orilla, onda, ola de luz de un centro que no podemos situar ni cojer, que no situaremos ni cojeremos nunca.", y por otro lado, asesta "De pronto, todo el rumoroso silencio y nosotros solos. Todo fundido, vida, muerte, verdor, hambre, asco; presente y lejanísimo estado de armonía total de la que soy a un tiempo centro y distancia infinita" 2 En la casa de la ciudad a la que entro por su puerta entreverada, por la ruta que han marcado antes, cuando hubo un tiempo para el asunto mío, Mercurio entre los sueños, y fueron también las islas borradas de Casitérides o las más a cuenta de mi mar antillano, la de muy mar adentro y la de mi mar afuera. Porque este ahora se junta y se perpetra entre los dedos, por los ojos de la cara, la trasteo entre los dientes y pruebo como un mundo antiguo y nuevo, que salió del fondo del ánima dormida en el agua de la acequia que echa todo afuera. Yo soy yo que me trastorno en serlo, y tú eres yo en ti y en mí mismo. Estuvo dicho, un día, en la correspondencia entre padre e hijo, dije, decía "Ay, Dios, qué dolor me das / ¿qué te das? / Por cuanto Tú eres Todo / y yo Tú, que no soy nada. / Tú en mí con mi dolor, sufriéndote; yo en Ti con Tu Dolor, sufriéndome. / Tú con Tu Dolor en mí; yo en Ti con mi dolor... ¡Llorándonos! / ¡Ay, Dios, qué dolor Te das! / ¿qué me das?", de una vez por todas en la iglesia pequeñita de aquel, de este doblar del mundo, a punto de sentir ya no ser nada, o casi nada, o el otro arcano con su más allá batiendo alas, como las palomas que pasan en parejas de techo en techo.

La ciudad flotando en su centro, rodeada por canales, igual que la Tenochtitlán toda metida en su Texcoco, poniéndole punto final al mundo mío, o la serenísima Venecia de ciento veinte isletas, con sus tribunos y yo mismo cruzando sus cuatrocientos cincuenta y cinco puentes, o la San Petersburgo de Pedro o Catalina, por donde anduve de punta a rabo un día, entre imperio e imperio, entre pecho y espíritu, conmigo del brazo, contigo de la mano, llegando a ti, metiéndome en mi propia algarabía por el otro que eres y que soy. La esencia abigarrada de mi eterno existir, de mi existir de siempre.

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2.
Alude a parte de la obra de Juan Ramón Jiménez Tiempo (Edaf, Madrid,1986) que permaneció inédita a la muerte del poeta y que va a editar Arturo del Villar. Éste anota que en el mes de diciembre de 1940, Juan Ramón fue ingresado en un hospital de la Universidad de Miami (University Hospital), de Coral Gables, en la Florida. En dicho internado el poeta comienza la redacción de sus obras Espacio y Tiempo. El primero --indica Del Villar-- nace en verso libre y Tiempo en prosa. Los originales de Tiempo se encuentran en la Sala Zenobia y Juan Ramón Jiménez de la Biblioteca del Recinto Universitario de Río Piedras, en Puerto Rico.

Porque soy mi dios entero y por venir, el que me palpo en un frotar de manos abiertas, en un espaldarazo de viento que tira como pájaros volando, en una luna que riela por los canales que atravesamos yo con Moctezuma, yo con Ana o Elizabeta, yo con Giustiniano y luego las bodas entre el centro, mi centro, y la ciudad y el mar. El agua atravesando las columnas de mi Habana, el agua ennegrecida de tanto azul, el agua que era otra y luego el agua misma. Yo flotando por mi centro, en la unión tuya y mía, del día completo y de la noche entera, lo afuera realidad e idealidad, lo de adentro esencia mía en ella misma que es la esencia pura, su historia hecha a la medida, recordando, viviendo lo vivido una y otra vez, en todos los centros del mundo, donde "todos somos actores aquí, y sólo actores, y el teatro es la ciudad, y el campo y el horizonte ¡el mundo! Y Otelo con Desdémona será lo eterno. Esto es el hoy todavía, y es el mañana aún, pasar de casa en casa del teatro de los siglos, a lo largo de la humanidad toda."3 El tiempo eterno jugando con mi angustia de hombre que se acaba.


Madrid - Miami, mayo de 2011


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3 Juan Ramón Jiménez Espacio (Edaf, Madrid,1986), Fragmento Tercero, p. 141

La Otra Esquina de las Palabras le agradece al poeta Orlando Rossardi el haberle autorizado la publicación de este poema, que en forma de cuaderno fue editado, en julio de 2011, por la editorial  Aduana Vieja


Orlando Rossardi (Orlando Rodríguez Sardiñas) nació en La Habana. En Cuba, antes de 1960, año en que sale para España, colabora en revistas literarias y funda con René Ariza el cuaderno poético Cántico.
A partir de entonces su obra poética y ensayística ha aparecido en revistas literarias en Europa, Hispanoamérica y los Estados Unidos de América. Estudia en las universidades de La Habana y Madrid y se doctora en la Universidad de Texas, Austin. Ha sido profesor en las universidades norteamericanas de New Hampshire, Southern California, Texas, Wisconsin y Miami-Dade College, en los cursos de postgrado del Consejo Superior de Investigaciones Científicas en Málaga, y dirigido los cursos de las universidades de Wisconsin, Indiana y Purdue en la Universidad Complutense de Madrid, España.
Ha brindado conferencias sobre teatro y literatura hispanoamericana y española en varias partes del mundo y es un activo promotor de la literatura cubana en el exilio. Durante más de 20 años se dedicó a la radio y a la televisión. Ha publicado ensayo, teatro, cuento y poesía. Entre algunos de sus libros de ensayos se destacan los tres tomos de Teatro Selecto Hispanoamericano Contemporáneo (Escelicer Madrid, 1971), La última poesía cubana (Hispanova, Madrid, 1973), León de Greiff: Una poética de vanguardia (Ed. Playor, Madrid, 1974) y, en colaboración, los seis tomos de Historia de la Literatura Hispanoamericana Contemporánea (UNED, Madrid, 1976). Muestra del teatro publicado del autor puede encontrarse en La Visita (Tespis, Virginia, 1997).
Su obra poética se recoge en los libros El diámetro y lo estero (Agora, Madrid, 1964), Que voy de vuelo (Plenitud, Madrid, 1970), Los espacios llenos (Verbum, Madrid, 1991), Memoria de mí (Betania, Madrid, 1996), Los pies en la tierra (Verbum, Madrid 2006), Libro de las pérdidas (Aduana Vieja, Valencia, 2008), la antología personal Casi la voz (Aduana Vieja, Valencia, 2009) y de los cuadernos Canto en la Florida (Aduana Vieja, Valencia, 2010) y Fundación del centro (Aduana Vieja, Valencia, 2011). Es coeditor del tomo Gabriela Mistral y los Estados Unidos (ANLE, Nueva York, 2010) junto a J. Covarrubias y Gerardo Piña Rosales. Recientemente ha colaborado directamente en la Enciclopedia del Español en los Estados Unidos (Santillana, Madrid, 2008) y en el Diccionario de Americanismos de la Asociación de Academias de la Lengua Española. Es miembro del PEN Club de Escritores Cubanos en el Exilio, Númerario de la Academia Norteamericana de la Lengua y Correspondiente de la Real Academia Española.

Jimi Hendrix - Live at Woodstock



El 18 de septiembre de 1970 muere Jimi Hendrix, guitarrista estadounidense.

viernes, 16 de septiembre de 2011

Este sábado, "Las vírgenes visitan el teatro"


Sábado 17 de Septiembre. desde la 7:00pm ART WALK BIRD ROAD ART DISTRICT. AKUARA TEATRO: SALA AVELLANEDA. 4599 SW 75 AVE. MIAMI 33155. "Las virgenes visitan el teatro" Artes visuales y música.

jueves, 15 de septiembre de 2011

Un poema de Ricardo Pau-Llosa



OBJETO DE AMOR


Langosta no podía creerlo, floridana
y a pura antena: Cangrejo a la orilla del mar

como una moneda. Y esas tenazas, se decía
Langosta a sí misma, y ese carapacho.

Ya no me río más de la ballena
embelesada por los aviones que se pierden en nubes.

Ya le entiendo. Hay hombres en el mundo de arriba
que nos secuestran el alma, se decía Langosta.

A todas estas, Cangrejo nunca se enteró,
aunque Langosta cambió para siempre.

Dejó de ser arisca y precavida. Sorprendió al pulpo
agazapado con un diálogo cordial. Deslumbró

la estrella de mar con una ofrenda de amistad.
Qué suave la música de la anémone, se decía Langosta,

no hay rumbo para el veneno en su vaivén.
Y a la sombra burbujeante con cara de vidrio

que la cogió con una mano al final de un largo
y destellante brazo, empezó a hablarle de amor.

Es como una tenaza, se decía Langosta. Es una tenaza.
Más bella que la de Cangrejo. Y está conmigo.


Publicado en Review: Literature and Arts of the Americas (Americas Society, New York, NY), No.67, Otoño 2003.

Para más información sobre la vida y obra del poeta y crítico de arte Ricardo Pau-Llosa, acceda a su página web:

http://www.pau-llosa.com/

martes, 13 de septiembre de 2011

Presentación del libro "Los Martínez-Casado, una dinastía de artistas cubanos"


La Otra Esquina de las Palabras invita a la presentación del libro

Los Martínez-Casado, una dinastía de artistas cubanos (homenaje de amor),

de Marta R. Martínez-Casado.

La presentación estará a cargo del escritor
Juan Cueto-Roig.


Café Demetrio
300 Alhambra Circle, Coral Gables
305-448-4949
Viernes 23 de septiembre, a las 7:30 pm


Marta Ruilópez Martínez-Casado de Sykes (Martica) nació un 2 de diciembre en La Habana, Cuba. Hija de la primerísima actriz Marta Martínez-Casado Adams y de Ramón Ruilópez miembro ejecutivo de la Crusellas y Calixto López y Cía. Cursó sus estudios primarios y secundarios en el Colegio St. George. Dotada también, como la mayoría de los miembros de su familia, de talento artístico para el teatro y la radio.

lunes, 12 de septiembre de 2011

Después del silencio: fragmentos de una entrevista al sacerdote Miguel Angel Loredo (1938-2011)


DESPUES DEL SILENCIO,

ENTREVISTA AL PADRE FRANCISCANO

FRAY MIGUEL ANGEL LOREDO, OFM

POR NICOLAS PEREZ DIEZ-ARGUELLES

MIAMI-SAN JUAN 1988



NO TENGAN MIEDO, LA VERDAD OS HARA LIBRES

TENGAN MIEDO, LA MENTIRA OS HARA ESCLAVOS



LA CARCEL

¿Cuál fue tu primera impresión de la cárcel?

--Una de las cosas que más me impresiona cuando entro en la prisión de Isla de Pinos, es la conciencia, digamos así pavorosa de que en el centro mismo de Cuba, a espaldas de toda una humanidad, del mundo
civilizado, se estaba produciendo un fenómeno con característica de epopeya, un fenómeno que era vastísimo: decenas de miles de hombres absolutamente indefensos, a merced de la arbitrariedad de una tiranía absoluta, y sin forma humana de controlar esto, ni de responder a esto ni de poder denunciar y hacer trascender al exterior, al mundo, a todo el universo, la tragedia del presidio político cubano. O sea, la impunidad coexistiendo con todas las violaciones del derecho, con toda aquella sangre que se derramaba a diario, con todo aquel dolor, es lo que me golpea cuando entro a mi prisión.

Saber, no que yo estaba sometido a aquella situación sino que durante años había existido un mundo de horror absolutamente desconocido por todos. Esto es algo impresionante, es algo que no hay palabras con que describirlo. Porque es algo como para pensar, ''el presidio político cubano es algo único y aislado...o existe 6, 8, ó 10 mundos dantescos como este, en este minuto exacto en el planeta Tierra?" Es tan fácil
escamotear ante la opinión publica mundial una serie de violaciones tan graves? Y como pueden ocurrir metodológicamente? Incluso como un finde la vida, de la existencia, de la esperanza, es terriblemente
peligroso, altamente peligroso que haya un instante en el curso humano en que miles de hombres vivan una circunstancia de crimen y que el mundo desconozca completamente. Esto como riesgo como posibilidad es como  para espantarse.

¿Y que te preocupa?

--En este carro del gobierno castrista que va al precipicio, esta montada la Iglesia Cubana. Me preocupa que no se haya alineado, con claridad diáfana, junto a la defensa de los derechos de su pueblo. Porque esa defensa del hombre frente a la violencia de Estado, hay que tratarla de un modo absoluto y no se justifica el SILENCIO, EN FUNCION DE UNA ESTRATEGIA O DE UNA ACTITUD PROGRAMADA.

Es decir, los derechos no se deben tratar o defender si conviene o si es oportuno. El mediatizarlos, relativizarlos, colocarlos en un plano de conveniencia política o diplomática transitoria, es hoy y ante la
historia, un fenómeno altamente censurable, independientemente del éxito o no éxito momentáneo de la gestión que desde el punto de vista evangélico siempre será una HUMILLANTE DERROTA.

La situación de la Iglesia Cubana actual me recuerda en parte a ciertos sectores oficiales de nuestra iglesia durante la Guerra de Independencia. Ellos defendieron la trata de esclavos, el colonialismo. Aquellos sectores de la Iglesia estuvieron contra los mambises, contra nuestra soberanía y nuestro derecho de ser libres. De hecho, fue muy censurado por muchos de la Iglesia de su época, FUE MARGINADO NADA MENOS QUE EL PADRE FELIX VARELA, del cual tanto se habla ahora, incluso en Cuba con un gran interés por la jerarquía.

Sin embargo, la jerarquía no valora o pone en relieve lo elemental de los hechos, que él fue un perseguido, un exiliado en contra del gobierno español, en contra de parte de su jerarquía eclesial. Y no solo fue bloqueado para que no lo hicieran obispo, sino que fue el hombre que programo y defendió la independencia, lo cual le costó SU DESTIERRO.

Eso le hicieron los grandes intereses de su época a este padre Varela que con espíritu visionario, previo para Cuba otros colonialismos y fijo siempre una postura soberana frente a cualquier imperio; llámese este Unión, Soviética o Estados Unidos de América.

¿Existe infiltración del G-2 en la Iglesia Cubana?

Por ejemplo, en el Seminario de San Carlos, había un seminarista de la Diócesis de Matanzas, llamado Ismael, que para muchos era un magnifico ser humano, un estupendo muchacho, una gran promesa, Y un día abandono el seminario, desapareció. Poco tiempo después se le condecoro públicamente por doce años de servicio como agente de Seguridad del Estado, Había estado muchos años infiltrados en la Iglesia Cubana y el gobierno tuvo la desfachatez de premiarlo a bombo y platillo.

¿Quieres decir con esto que sí, que hay infiltración del G-2 en la  Iglesia Cubana?

Bueno, lo que te acabo de exponer es un buen índice de que la hay. Se puede pensar con fundamento que es posible haya uno o más sacerdotes, cooperando fuertemente con Seguridad del Estado, qué duda
cabe?

NOSOTROS EN CUBA BROMEABAMOS CON QUE CRISTO DECIA: ''DONDE HAY DOS O TRES REUNIDOS EN MI NOMBRE, ALLI ESTOY YO PRESENTE'', Y EN CUBA LA COSA
ERA: ''DONDE HAY DOS O TRES REUNIDOS EN NOMBRE DECUALQUIER COSA, ALLI
HAY UN MIEMBRO DEL G-2'''. Nosotros estamos convencidos de esta realidad. Nosotros tenemos incluso muchos testimonios de laicos a los que se intentó reclutar para esta labor. Yo se de varios. Y algunos se vieron obligados a ceder sufriendo luego los traumas morales explicables.

¿Actualmente ejercer el sacerdocio en Cuba es una labor difícil?

Si, y no es asunto de infiltraciones, chantajes o golpizas. Lo verdaderamente grave no son las amenazas contra el propio sacerdote, sino contra su rebaño. Una cosa que desespera a muchos sacerdotes en
Cuba es la INDEFENSION DE TODO UN PUEBLO. Sobre todo la cantidad de personas que vienen a ti a solicitarte ayuda, a plantearte problemas, protección para un hijo detenido injustamente, para un padre expulsado de su centro de trabajo sin que medie ningún tipo de derecho laboral, para un hermano golpeado por turbas gubernamentales, alguien que desea una visa para ir al extranjero a ver una madre de 80 años moribunda. O sea tantos problemas que uno enfrenta en Cuba, producto del propio sistema, de continuas violaciones a la persona humana, violaciones de DERECHOS, DERECHOS, DERECHOS!

¿Qué no comprendías?

No comprendía, porque en un momento determinado no se podía denunciar, o no se podía hablar, o no se podía decir. No podía entender porque  razón no podía establecerse una presencia de la Iglesia junto a nuestras rejas. Entendía, conociendo la barbarie, la crueldad de los comunistas, hasta qué punto ellos eran capaces de mutilar, de cercenar el más mínimo gesto de dignidad de un adversario. Pero siempre uno sueña con otras posibilidades. Pero no discutí en aquel momento nada. Absolutamente nada. Mi actitud fue mantener una comunión con la Iglesia de Cuba, mantenerla siempre y entender que me correspondía cumplir con mi deber en la gran cárcel, y a ellos con el suyo en la cárcel pequeña.

¿Te das cuenta que enfrentas una misión?

Estoy consciente que algo me empuja a la acción, a la vida intensa. Pero siento a veces miedo, pavor, porque no se me ocurre como voy a poder instrumentar todo esto. Y también me enfrento a la posibilidad de no hacer nada en cuanto a Cuba, cruzarme de brazos y no hacer nada. O sea, diríamos que la estrategia la tengo en mente, los ideales, la fuerza pero me falta la mecánica inmediata, la táctica. Y sobre todo me falta el detonante capaz de provocar la explosión.


Tomado del libro Después del silencio (Ediciones Universal, Miami,1989).

sábado, 10 de septiembre de 2011

Fotos y apuntes de la tertulia: Tres poetas nicaragüenses en Miami
















Apuntes de la tertulia: Tres poetas nicaragüenses en Miami
Por Joaquín Gálvez


La noche del viernes, 9 de septiembre, la poesía nicaragüense estuvo muy bien representada, en  La Otra Esquina de las Palabras, en las voces de los poetas Francisco Larios, Rubí Arana y Roberto Cuadra.  A pesar de la lluvia en horas de la tarde y  su continua amenaza entrada la noche, un nutrido público se dio cita en el Café Demetrio  para escuchar  la lectura de estos tres poetas residentes en Miami.
Francisco Larios leyó varios poemas de su libro Cada sol repetido, entre los que destaca "Fabula clásica". Le siguió Rubí Arana, quien leyó "Misa Cósmica", un poema que consta de tres partes, perteneciente a su libro Agua sagrada.  Para finalizar, Roberto Cuadra hizo un recorrido por su extensa obra poética,  en la cual resalta la influencia de la poesía inglesa y norteamericana.  Entre los poemas leídos que muestran  dicha impronta se encuentran  uno dedicado a la poeta norteamericana Elizabeth Bishop y el titulado “Marte”, incluido en una antología de la poesía nicaragüense del siglo XX.
Al final del evento los poetas respondieron varias preguntas de este servidor y del público. Luego de que el poeta Roberto Cuadra mencionara el estado precario de la poesía nicaragüense a principios de los años 60, el periodista y escritor venezolano Alexis Ortiz le preguntó que cómo podía ser posible lo planteado siendo Nicaragua un país que ha dado grandes poetas,  desde el gran Rubén Darío  hasta otros de la talla de José Coronel Urtecho, Carlos Martínez Rivas, Joaquín Pasos, Pablo Antonio Cuadra –tío de Roberto Cuadra- y Ernesto Cardenal. Cuadra reconoció la importancia y el aporte de todos esos poetas a la lírica nicaragüense, pero destacó el papel  renovador de su generación, conocida como La Generación Traicionada, la cual, según apuntó, fue una especie de ventana por donde entró la influencia de Beat Generation de los Estados Unidos.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Este viernes, tres poetas nicaragüenses en La Otra Esquina de las Palabras



La Otra Esquina de las Palabras invita a su tertulia del mes de septiembre:

Lectura de tres poetas nicaragüenses en Miami.

Con la participación de los poetas Rubí Arana, Francisco Larios y Roberto Cuadra.


Café Demetrio
300 Alhambra Circle, Coral Gables
305-448-4949
Viernes 9 de septiembre, a las 7:30 pm


Rubí Arana, Nicaragüense, residente en Estados Unidos desde 1974. Su poesía contiene un notable sustrato esotérico. Se considera a sí misma una poeta mística, no religiosa, y ha sido, en las palabras de Vidaluz Meneses (Presidenta del Centro Nicaragüense de Escritores) “una poeta solitaria” desvinculada por su originalidad estilística y de fondo de sus compañeros de generación. Ha publicado Emmanuel (1987), In Nomine Filii (1991), Príncipe Rosacruz (2007), Homenaje a la Tierra (2008), Agua Sagrada (2010), además de una abundante producción dispersa en revistas y suplementos culturales.



Francisco Larios, Nicaragüense; reside actualmente en Estados Unidos. Ha publicado un poemario, “Cada Sol Repetido”, anamá Ediciones, Managua, Nicaragua, Noviembre del 2010. Tiene varios libros inéditos. “Cada Sol Repetido” fue presentado en Managua por el escritor e historiador Jorge Eduardo Arellano, Director de la Academia Nicaragüense de la Lengua, quien lo ha calificado como “un poemario celebratorio e introspectivo; abierto a la esperanza y fulgurante, pero sin eludir las sombras ni la muerte. Un poemario meditado y equilibrado…” Entrenado como economista, es consultor de economía internacional y catedrático, actualmente Profesor Adjunto en Nova Southeastern University en Davie, Florida.


Roberto Cuadra, Nicaragüense, poeta, periodista, traductor al castellano de literatura en lengua inglesa, iniciador, a su regreso a Nicaragua desde Canadá--donde estudió—del influyente movimiento literario Generación Traicionada. Su producción poética y en prosa ha permanecido hasta ahora dispersa en revistas y suplementos culturales, más una reciente—y de muy limitada distribución—edición personal intitulada Cárminas Gaélicas. Tiene inéditos cuatro poemarios. En El Siglo de la Poesía en Nicaragua, antología inevitable de la gran poesía Nicaragüense del siglo veinte, Julio Valle-Castillo afirma que a Roberto Cuadra se le considera uno de los poetas claves de la “Generación Traicionada”, y de su tiempo.